Por Armando Maya Castro
Las
personas que conocen la historia de la Iglesia católica saben que los casos de
corrupción clerical, sexo y tráfico de influencias que algunos diarios
italianos han publicado, no son nuevos dentro de esa institución. Esta clase de
abusos y degradación moral en el clero se ha dado en diversas etapas de la
historia del catolicismo. Me referiré en concreto a la crítica contra esta
Iglesia, el papado y la curia romana a principios del siglo XVI.
En
1510, por cuestiones relacionadas con la orden religiosa a la que pertenecía, Martín
Lutero realizó un viaje a Roma, donde fue testigo de la mundanalidad de la
corte papal. El monje agustino narra así lo que sus ojos contemplaron en la sede
pontificia: “Presencié tantos escándalos, que a partir de aquel día formé la
resolución de trabajar toda mi vida para arruinar el papado y reformar los
abusos que habían sido introducidos en la religión por sacerdotes codiciosos o
por Pontífices infames” (Mauricio de la Chàtre, Historia de los Papas y los Reyes, Tomo III, Barcelona, Clie, 1993,
p. 256).
La
historiadora Gloria M. Delgado de Cantú sostiene que la
reforma que inauguró Lutero “pretendía una radical transformación en la Iglesia
católica para liberarla de los vicios y corruptelas que padecía en razón de que
la mayoría de los clérigos de alta jerarquía abusaban de sus prerrogativas y
del enorme poder ideológico y económico acumulado por la Iglesia durante varios
siglos”.
Movido
por ese afán, publicó en 1517 sus 95 tesis. La número 27, en referencia al
mercantilismo de la Iglesia romana, exponía: “Mera doctrina humana predican aquellos que aseveran que tan pronto
suena la moneda que se echa en la caja, el alma sale volando”. El sentido de esta tesis se entiende al
conocer el proceder del monje Juan Tetzel, quien llegó a Wittemberg en octubre
de 1517 pregonando “los pasaportes para franquear el furioso océano y arribar
en derechura al paraíso”. A la hora de
vender las cartas de indulgencia, decía: “¿Quién vacilará en adquirir por un cuarto de florín una de estas cartas
que abren el paso a nuestra alma en las celestes beatitudes del paraíso? En el
mismo instante en que el dinero cae en el cofre, el alma sale volando del
purgatorio” (José Grau, Catolicismo Romano: Orígenes y Desarrollo, Tomo
I, Barcelona, Ediciones Evangélicas Europeas, 1987, p. 499).
Tetzel
y sus compañeros dominicos utilizaban esta estrategia discursiva a la hora de
vender indulgencias (perdón de pecados), buscando cumplir la encomienda del
papa León X, quien necesitaba dinero para la conclusión de la suntuosa Basílica
de San Pedro, cuya primer piedra había sido colocada desde el pontificado de
Julio II, el 18 de julio de 1506. Por disposición papal, se concedía
indulgencia plenaria a todas las personas que ofrecieran a la Iglesia
sustanciosos donativos.
Tras
la publicación de las 95 tesis, el arzobispo de Maguncia hizo saber al pontífice
romano la actitud asumida por Lutero y lo grave de la situación, informando que
eran muchísimos los partidarios del monje alemán. Al principio el papa minimizó
la situación, al extremo de decir: “¡Fue un alemán borracho quien las escribió!
Cuando le pase la borrachera, pensará de manera distinta. Son cuestiones de
teología y vale más no mezclarse en ellas”.
Tiempo
después, Lutero negó algunos puntos doctrinales de la Iglesia católica: la
autoridad papal, la jerarquía clerical, el celibato sacerdotal, los votos
monásticos, el culto a las imágenes, el purgatorio y la misa. En 1520, el papa
León X lo excomulgó acusándolo de hereje. Lutero reaccionó quemando públicamente
la bula de excomunión papal. Tres meses después de su excomunión, el emperador
Carlos I convocó a Lutero ante la Dieta de Worms, buscando que se retractara.
Al no lograrlo, lo condenó al destierro.
Los
intentos del clero fracasaron ante un Lutero que defendía con energía y pasión
sus ideas, y quien había anticipado que sólo se retractaría si rebatían sus
teorías a la luz de las Escrituras y de la razón, algo que ningún teólogo pudo
hacer.
La
Iglesia católica no escuchó en aquel tiempo la voz de Lutero, quien pretendía
que esta institución se reformara, retomando el camino trazado por las Sagradas
Escrituras. En vez de ello, la respuesta papal fue condenatoria. Hoy, siguen
escuchándose voces alrededor del mundo que piden cambios y transparencia en el
gobierno jerárquico de la Iglesia católica, así como el fin de la pederastia y
corrupción clerical. ¿Cuál será la respuesta de la Iglesia católica? Concluido
el próximo cónclave se sabrá.
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